miércoles, 18 de abril de 2007

América: ¿Paraíso o Purgatorio?

Dante hace navegar a Ulises hacia el poniente durante cinco ciclos lunares, para "conocer el mundo que se encuentra siguiendo el sol". Y lo hace caer al sur, haste ver en la noche "brillar las estrellas del otro polo" y tener la estrella polar del hemisferio norte tan baja "que apenas parecía salir fuera de las superficies de las aguas".
Envuelto en las llamas del infierno de los embusteros, le cuenta Ulises a Dante:

"... ni las dulzuras paternales, ni la piedad debida a un padre anciano, ni el amor mutuo que debía hacer dichosa a Penélope, pudieron vencer el ardiente deseo que yo tuve de conocer el mundo, los vicios y las virtudes de los humanos, sino que me lancé por el abierto mar sólo con un navío y con los pocos compañeros que nunca me abandonaron. Vi entrambas cosas, por un lado hasta España, por otro hasta Marruecos, y la isla de los Sardos y las demás que baña en torno aquel mar. Mis compañeros y yo nos habíamos vuelto viejos y pesados cuando llegamos a la estrecha garganta donde plantó Hércules las dos columnas para que ningún hombre pasara más adelante. Dejé Sevilla a mi derecha, como había dejado y a Ceuta a mi izquierda. "¡Oh hermanos, dije, que habéis llegado al Occidente a través de cien mil peligros!, ya que tan poco os resta de vida, no os neguéis a conocer el mundo sin habitantes que se encuentra siguiendo el sol. Pensad en vuestro origen, vosotros no habéis nacido para vivir como brutos, sino para alcanzar la virtud y la ciencia".- Con esta corta arenga infundí en mis compañeros tal deseo de continuar el viaje , que apenas los hubiera podido detener después. Y volviendo la popa hacia el Oriente, de nuestros remos hicimos alas para seguir tan desatentado viaje, inclinándonos siempre hacia la izquierda. La noche veía ya brillar todas las estrellas del otro polo, y estaba el nuestro tan bajo que apenas parecía salir fuera de la superficie de las aguas. Cinco veces se había encendido y otras tantas apagado la luz de la luna desde que entramos en aquel gran mar, cuando apareció una montaña obscurecida en la distancia, la cual me pareció la más alta de cuantas había visto hasta entonces. Nos causó alegría, pero nuestro gozo se trocó bien pronto en llanto; pues de aquella tierra se levantó un torbellino que se lanzó contra la proa de nuestro buque; tres veces lo hizo girar juntamente con las encrespadas ondas, y a la cuarta levantó la popa y sumergió la proa como plugo al Otro, hasta que la mar volvió a unirse sobre nosotros".
(Infierno; Canto XXVI)

Para Dante esa montaña es el Purgatorio. Colón, según algunas fuentes, creyó encontrar nada menos que el Edén.
Para Pedro -el campesino que se hace a la mar con un bote salido de sus propias manos, en la novela Terra Nostra, de Carlos Fuentes- será la tierra de la libertad y la justicia con que sueña.
Cronológicamente, Pedro parece anterior a Colón, pero posterior a Dante. Sin embargo esto es mentira: Pedro sale de la cabeza de Carlos Fuentes, en 1975, como Ulises de la de Dante, en 1304/1308 aproximadamente.
Ni el Ulises de Homero se preocupaba por las esferas cristalinas de las estrellas fijas, ni ningún campesino español conocía los secretos de tierras allende el mar, ni el arte de la construcción naval, que sí conocían seguramente algunos navegantes y pescadores precursores de Colón, pero no Pedro.
No se a dónde voy con este mal comienzo: del tronco de Dante me están saliendo tres ramas: Ulises, Colón, Carlos Fuentes. Y de cada una de ellas, tantas otras: Tolomeo, Escolástica, Longitud (gran problema), Barqueros y barcos antiguos, medievales, renacentistas; intensiones de las más diversas, por si fuera poco.
Este mar es el de la mente: el que se interna se pierde, por más instrumentos con que cuente para navegarlo.

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